Curiosidad inagotable, búsqueda de desafíos y análisis complejos son rasgos de los jóvenes con altas capacidades intelectuales. Representan un 10% de quienes están en el programa escolar chileno; o sea, alrededor de 355 mil niños y niñas. Pero sólo el 1% está en programas extra curriculares que buscan desarrollar su potencial. El resto queda invisibilizado en un sistema que los frustra.
“Aprendió a leer a los 2 años y desde ahí comenzó la odisea. Una de las opciones que nos dieron en Chile fue que entrara a un colegio particular, el Santiago College, y allí sí podrían subirlo de grado. Pero, ¿con qué dinero? Nosotros no tenemos ese nivel de ingreso”.
Esto es parte de lo que Dai le escribió en febrero pasado a la sicóloga, Ph.D. en Educación Especial e investigadora María Paz Gómez, quien dirige el diplomado de altas capacidades en la Universidad de Los Andes y estudia la realidad de estos niños. Dai era una mamá que buscaba herramientas y guías para apoyar a su hijo con altas capacidades, que es como se les llama a los superdotados. Se notaba angustiada ante la falta de oportunidades. No es raro en estos casos: lo que es un sueño para muchos papás, es un camino sin luces para otros.
La realidad de estos estudiantes es que presentan capacidades intelectuales por sobre la media, pero su madurez emocional no tiene por qué presentar diferencias. Si no se les identifica bien, pueden ser malinterpretados como niños problemáticos, ser blancos de bullying y hasta medicados por déficit atencional u otros trastornos. “Existe el prejuicio de que estos niños al tener altas capacidades pueden arreglarse la vida solos, pero no es así para nada. Porque siguen siendo niños”, dice Lavinia Armasu, directora del programa para talentos académicos de la Universidad Austral, Alta-Uach.
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Casos como el de Diego Rojas, el joven quien con solo 19 años va a empezar un doctorado en Matemáticas en Estados Unidos, son excepcionales. No se ven seguido en el grupo de 355 mil estudiantes con altas capacidades que habría en el país, según coinciden los expertos, y que representan el 10% de la población escolar chilena.
En una carta a El Mercurio, la académica María Paz Gómez recalcó que la de Diego Rojas es una historia “asombrosa, pero también preocupante, pues deja en evidencia la escasa atención que hemos brindado a nuestros niños, niñas y jóvenes con altas capacidades”.
Solo el 1% de esos 355 mil alumnos tiene la oportunidad de asistir a uno de los 7 programas extracurricularesque se ofrecen en el país. Los cupos de estos programas son reducidos y las becas también. El acotado grupo que entra allí encuentra la opción de potenciar sus capacidades, conocer un nuevo ambiente donde se desafía sus habilidades y generar instancias de encuentro con personas más parecidas, aspectos positivos que no se encuentran en aulas regulares donde el énfasis está en el perfil de un estudiante “promedio”.
El porcentaje restante, alrededor de 350 mil alumnos y alumnas, “se mantiene en el sistema escolar, con distintas edades, en diversos contextos socioeconómicos, sin ninguna legislación que mandate su atención”, enfatiza la carta publicada el pasado jueves 26 de agosto.
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“Me acuerdo de haber hecho un trabajo de matemática en el que el curso se demoró 20 minutos. A. se demoró 2.”, dice Santiago Loeser, profesor jefe de 8vo básico en el colegio particular subvencionado Betterland, sobre uno de sus alumnos. Cree que hay al menos dos jóvenes en su curso que van varios pasos más adelante que la mayoría y podrían ser parte del porcentaje de niños con altas capacidades que no asisten a ningún programa extracurricular.
“Tiene buen manejo del lenguaje. Buen comportamiento en general, pero puede tener actitudes medio arrogantes. Hace poco me dijo: ‘Mire míster, me saqué esta nota y no me conecté nunca a clases’. Tiene esas actitudes tratando de demostrar que él no necesita las clases ni nada para tener muy buenas notas”, explica Santiago.
Solo el 1% de esos 355 mil alumnos tiene la oportunidad de asistir a uno de los 7 programas extracurriculares que se ofrecen en el país. Los cupos de estos programas son reducidos y las becas también.
A. puede parecer adulto en algunas respuestas, pero cuando su profesor jefe intenta indagar más en sus capacidades, el joven de 14 años reduce la conversación a “porque sí” o “quiero jugar no más”. Su maestro agrega: “Podría tener promedio 7 si quisiera, pero ha estado cerca de repetir por no entregar trabajos a tiempo y cuando las clases eran por Zoom, muchas veces ni siquiera asistía”. A. no forma parte de ningún programa extracurricular de desarrollo de talentos. Por el momento, ha sido identificado sólo por su profesor jefe, quien lo incentiva a investigar por él mismo y a enseñarle a sus demás compañeros cuando ya entendió algo, pero no ha tenido resultados.
Santiago dice haberle planteado varias veces a la mamá que el niño es muy inteligente y que tiene mucho potencial para hacer lo que quiera, pero ella enojada respondió: “Es tan raro él”. Y no se pronunció más sobre el potencial talento de su hijo.
“Si los niños y niñas con altas capacidades no reciben la educación que sintoniza con sus necesidades educativas, sea en términos de sus intereses, de su velocidad, de su perfil de habilidades, pueden desarrollar trastornos de conducta. Pueden desarrollar trastornos emocionales o tener problemas de rendimiento, entonces requieren atención especial y necesitamos en Chile formular una política educacional que atienda tanto a niños que tienen potencial mayor como a los niños que requieren algún apoyo para nivelarse”, recalca Loreto Martínez, directora del Programa de Estudios y Desarrollo de Talentos Académicas de la Universidad Católica (Penta UC), sobre la urgencia de legislar por este segmento de estudiantes. Como este, hay otros siete Programas de Educación de Talentos Académicos en el país: DeLTA de U.C. del Norte, Beta de P.U.C. de Valparaíso, Penta UC, Semilla de U.C. del Maule, Talentos de U. de Concepción, PROENTA de U. de La Frontera y ALTA de U. Austral de Chile. En convenio con el Ministerio de Educación, cada año reciben a alumnos entre 5to año básico y 4to año medio de establecimientos municipales de diez regiones.
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Martina Azocar (17) aparece en la pantalla de Zoom. Desde su casa en Valdivia, cuenta que aún se cuestiona por qué la eligieron a los 10 años para ser parte del programa para talentos académicos Alta-Uach. Dice que antes era más introvertida y que no participaba en clases, pero que siempre tuvo buen promedio.
“Yo siento que antes no me involucraba tanto con las cosas, como que simplemente iba al colegio, pero no me interesaba mucho más allá por participar. En cambio, cuando me mostraron estas nuevas opciones y cursos que, si me gustaban más, me comencé a interesar en participar. Con eso también me empezaron a gustar mucho más los ramos del colegio”, dice Martina.
Si los niños y niñas con altas capacidades no reciben la educación que sintoniza con sus necesidades educativas, sea en términos de sus intereses, de su velocidad, de su perfil de habilidades, pueden desarrollar trastornos de conducta.
Para identificar a alumnas como ella, estos programas se acercan a los coordinadores de las escuelas. El decreto del Mineduc establece que los que se benefician de las becas son estudiantes de las escuelas municipales. “Este es nuestro foco”, dice Lavinia Armasu, directora de Alta-Uach. “Tenemos escuelas de toda la región. En las 12 comunas de la Región de los Ríos, además de la comuna de Castro en la Región de los Lagos y funcionamos durante 3 años en Patagonia, pero tuvimos que parar las actividades por falta de financiamiento”.
A Martina le gustaba que sus profesores de Alta le contaran cuando estaban pasando materia de cursos más avanzados: de 1ro y 2do medio, cuando ella estaba en 6to. “Una de las mejores cosas era estar viviendo la experiencia universitaria siendo pequeños. Me encantaba ir a la Austral”, dice la joven que ahora en 4to medio se debate entre estudiar Medicina, Psicología o Ingeniería Civil Industrial.
El programa extracurricular llegó en un momento en que ella estaba un poco aburrida con el colegio. Aprendía más rápido y se ponía a conversar. “En Matemáticas recuerdo no aburrirme porque terminaba mis ejercicios y ayudaba a los demás. Algunos profes se enojaban, pero a veces se me ocurrían formas de explicarle a mis compañeros así que les explicaba yo no más”, dice esta joven que, con 4 años, en kínder ya sabía leer.
Lavinia cuenta que en las reuniones con coordinadores de escuelas se analizan a los posibles candidatos con altas capacidades. “No son necesariamente los niños que tienen las mejores notas, sino que pueden ser estudiantes preguntones, que se cuestionan los procesos de aprendizaje, estudiantes desmotivados que se sientan atrás porque ya saben todo lo que se está explicando en la clase. O también se aburren de los procesos repetitivos que pasan en las escuelas estandarizadas, porque necesitan otro tipo de estímulos, otro tipo de desafíos”, dice. Y agrega que en Alta-Uach siguen las ideas del psicólogo Joseph Renzulli, que tiene un libro que se llama “Enriquecimiento para toda la escuela”. “Él dice que cuando la marea sube, todos los barcos se elevan. Entonces el exponer a todos los niños a contextos enriquecidos de aprendizaje sólo puede traer beneficios”, enfatiza Lavinia.
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Jacqueline Sanhueza estaba en la reunión con el profesor jefe de su hijo Francisco. Él puso la mano encima del libro de clases y dijo: “Bueno para qué vamos a hablar de las anotaciones. Francisco es un chico jodido”. Ella no entendía cómo al mismo tiempo su hijo de 11 años se ganaba premios en la Escuela de Verano a la que iba, a través de la Universidad de Chile.
“Es que estigmatizan a estos niños como chicos problemáticos”, comenta su papá, Álvaro Soto. Su hijo (14) desde los dos años se interesaba en aprender a leer la hora. Era extrovertido, presentaba características de liderazgo y siempre fue curioso en muchas áreas. A medida que fue creciendo, algunos profesores se quejaron de la actitud del niño. Problemas como que interrumpía mucho en clases o discrepaba de la opinión de sus profesores en asignaturas qué él sabía bien, como Matemáticas o Ciencias.
Él buscaba por sí mismo y se adelantaba un poco. “Entonces uno entiende que desenfoca un poco el ritmo en el curso si estamos hablando de un grupo de 30 alumnos. Francisco empezó a ser considerado por sus profesores como una disrupción y es frustrante porque tu hijo comienza a creer que él tiene algo malo, que hace todo mal, que lo culpan, que lo anotan, que no lo dejan avanzar en un libro”, dice Jacqueline.
Es un fenómeno que puede ocurrir frecuentemente en estudiantes con altas capacidades en Chile, porque pasa también en países europeos, en Estados Unidos y en Canadá, donde existen programas para atender las necesidades específicas de los niños con altas capacidades cognitivas, académicas y con potencial de manifestar talento. Así lo relata Loreto Martínez: “Pasa en el sistema regular, de manera que dentro de la misma aula algunos profesores especializados pueden atender las necesidades particulares de estos niños. Ya sea al compactar un currículum en alguna disciplina o acelerar a otros cursos. Así se previenen los típicos problemas que tienen los niños con altas capacidades, quienes deben esperar hasta que todo el curso domine un contenidopara poder pasar al siguiente, en circunstancias que muchas veces ellos entran a un curso ya dominando ciertos aprendizajes; y les resulta tremendamente tedioso y frustrante tener que esperar a todo el grupo”.
En Alta-Uach siguen las ideas del psicólogo Joseph Renzulli, que tiene un libro que se llama “Enriquecimiento para toda la escuela”. “Él dice que cuando la marea sube, todos los barcos se elevan. Entonces el exponer a todos los niños a contextos enriquecidos de aprendizaje sólo puede traer beneficios.
Francisco es uno de estos casos. Llegó a ser un gran problema con sus pares. En 3ro y 4to básico casi no tenía amigos de su edad, dice Jacqueline. “Estos niños hasta se empiezan a esforzar por tener malas notas para sentirse aceptados por los demás”.
Su mamá recuerda que buscó en Google: niño con buenas notas y disruptivo en clases. Y comenzaron a salir estudios en España de niños con altas capacidades. Así llegaron a Penta UC. Francisco dio la prueba y quedó, lo que fue un gran apoyo para sus papás: vieron que las características de su hijo las tenían muchos otros estudiantes.
“Ahí uno dice ‘con razón’. Tu niño tiene una intelectualidad que le permite entender o tener una forma de expresarse o de reflexionar distinta, sin embargo, en otras cosas sigue siendo un niño. No porque tengan altas capacidades en el ámbito intelectual, significa que tengan un comportamiento emocionalmente adelantado. Los chicos son chicos, de la edad cronológica que tienen”, enfatiza Jacqueline. “Es complejo para los chicos porque terminan creciendo pensando que ellos tienen un problema”, agrega.
“Muchos de ellos son blancos de bullying y muchos son excluidos de su grupo de pares lo que es muy dañino para el desarrollo de un niño. Y requiere apoyo, requiere intervención para reparar y validar a los estudiantes”, dice Loreto Martínez.
Estos niños hasta se empiezan a esforzar por tener malas notas para sentirse aceptados por los demás.
Al asistir a programas extracurriculares, en general encuentran otros niños y niñas con los mismos intereses. Pero, el 99% de los niños y niñas con talento académico no tiene la oportunidad de entrar a uno de esos programas en Chile. Dependiendo del caso, son jóvenes que podrían perderse de desarrollar su potencial y hasta podrían terminar saliéndose del colegio por problemas de conducta, que en realidad son situaciones mal interpretadas por la falta de visibilidad que se le ha dado al tema.
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También con 14 años, el estudiante del Betterland, A., no ha sido formalmente identificado como un joven con alto talento académico. Es muy inteligente, pero no tiene excelentes notas. Entrega respuestas rápidas, pero no hace sus trabajos. Puede ser arrogante y hasta enviar comentarios inapropiados por el chat de Zoom, pero no tiene problemas de falta de amigos. “Le digo que tiene muchas capacidades, lo intento desafiar. He intentado que pruebe enseñándole a otros. Ahí veo un potencial, que todas esas cosas que aprende rápido intente enseñarlas”, dice Santiago, su profesor jefe.
El joven estaba preocupado de pasar de curso. El año pasado le preguntó a Santiago: ¿Qué tengo que hacer? “Y yo le decía ‘pasar de curso es un mínimo’”. Ahí A. a las dos semanas entregaba todas sus tareas pendientes y trabajos que no había hecho. Casi voluntariamente decidía si pasaba de curso o no. Hoy día está harto más comprometido, en clases se porta muy bien, pero cuando hay que conectarse por zoom no se conecta”, cuenta el profesor.
Es necesario identificar las fortalezas de cada niño y niña, y en qué se debe dar más apoyo, enfatiza Loreto Martínez. “Muchas veces se asume que todos los estudiantes ingresan al sistema escolar con un perfil de habilidades listo para aprender a leer, a escribir, a prestar atención, a seguir instrucciones. Pero, hay cifras alarmantes de derivación a profesionales del desarrollo, neurólogos infantiles, psicólogos del desarrollo por supuestos problemas de atención y concentración, y más aún medicación con diagnósticos muy poco rigurosos. Ese es un problema que diría afecta a la población escolar en general en Chile y que se acentúa mucho más con los niños que tienen perfiles atípicos”.
No porque tengan altas capacidades en el ámbito intelectual, significa que tengan un comportamiento emocionalmente adelantado.
Agrega Lavinia Armasu: “Muchas veces no están identificados, se diagnostican mal y les pasan pastillas, entonces lo que pasa a la larga es que estos talentos se van perdiendo. Se desmotivan y se pueden deprimir, porque muchas veces tienen un fuerte sentimiento de que no encuentran su lugar en este mundo”.
También se pueden generar problemas en la adultez, cuenta la académica María Paz Gómez: “Se ve que de adultos pueden sufrir harto cuando no han sido reconocidos. Se quedan un poco atrás en lo que pudo haber sido su desarrollo profesional, entonces hay un montón de consecuencias a corto, mediano y largo plazo. Y uno de los grandes problemas a corto plazo es niños que se desencantan y se salen del colegio, porque no hay cómo adaptarse a un sistema que te ignora. Que ignora sus características”.
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Las tres académicas y expertas en niños y niñas con altas capacidades entrevistadas para este reportaje enfatizan la urgencia de diseñar una política pública que atienda las necesidades especiales de los niños con altas capacidades. “Chile no tiene un programa de talentos en aula regular y, al mismo tiempo, la cobertura que tienen los programas personalizados particularmente para los sectores que tienen menos recursos socioeconómicos son completamente insuficientes”, recalca la directora de Penta UC. “Creo que a nivel nacional se alcanza apenas cerca de unas mil becas”, detalla.
“Estamos en el momento preciso. En Chile esto es un programa, no es una política. Por eso el financiamiento y toda la estabilidad del programa es un poco frágil, pero en países como Colombia, por ejemplo, se logró establecer como programa en el contexto de la nueva Constitución. Entonces estamos en el momento preciso solo con mencionar en la Constitución: atención a la diversidad y poder incluir este segmento para entregar la atención especial que necesitan”, dice Lavinia.
Muchas veces tienen un fuerte sentimiento de que no encuentran su lugar en este mundo.
“Primero hay que legislar para reconocer a estos jóvenes -dice María Paz Gómez- Lo que queremos es tener una definición nacional. Integrarlo como una necesidad educativa y decir: esto existe, con estas características y se puede manifestar de tal y tal forma”. El paso siguiente es definir qué se necesita entregar y ahí hay múltiples posibilidades. “Así como se puede pedir cierta atención especial cuando un niño tiene dificultades de aprendizaje, por ejemplo, que los papás puedan pedir que se hagan adecuaciones, que pueden ir desde una aceleración hasta un enriquecimiento”.
Las expertas dicen que las escuelas deberían tener un encargado de enriquecimiento extracurricular, de metodologías novedosas interactivas, de metodologías basadas en proyectos, que son los escenarios que estos niños necesitan. Y todo esto debería partir desde la formación docente. “Porque también se necesita una especialización para cubrir este segmento”, dice Lavinia Armasu.
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Martina Azócar es parte del reducido grupo que puede ser parte de programas extracurriculares para talentos académicos. Dice que estar en Alta-Uach le presentó un mayor abanico de oportunidades y una capacidad de cuestionar sus intereses, que antes no tenía. Más asignaturas, enseñadas con herramientas donde ella tenía que analizar en vez de sólo responder pruebas. “Me ha presentado tantas cosas que no sé qué elegir, porque ahora me gustan muchas cosas y siento que puedo ser buena en hartas. Le decía a mi mamá que creo que voy a elegir dos carreras y estudiar en paralelo”.
Y agrega: “Puede sonar un poco dramático, pero siento que igual fue un punto de inflexión entrar a la Alta. Tal vez si no hubiera estado en este programa nunca me habría interesado más allá, habría seguido teniendo clases y listo, me habría ido bien pero tampoco me habría importado más allá”.
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María Paz Gómez cuenta sobre la experiencia de Dai y su hijo de 8 años. Una familia que se gastó todo en su educación y se separaron de su hijo para mandarlo a estudiar afuera. Él tenía un gran talento académico sobre la media. Intentaron adelantarlo de curso, pero en Chile no se permite, por lo que mandaron al niño a cursar 6to básico a un colegio gratuito en Bolivia.
Las tres académicas y expertas en niños y niñas con altas capacidades entrevistadas para este reportaje enfatizan la urgencia de diseñar una política pública que atienda las necesidades especiales de los niños con altas capacidades.
Dai le escribió a María Paz: “Llegamos con los papeles chilenos donde todos sus promedios fueron 7. Lo matriculamos en un colegio gratuito (en Bolivia), pedimos le den la oportunidad y después de evaluarlo lo hicieron. Ahora tiene su informe de promovido a 6to básico; incluso nos han sugerido adelantarlo más, pero no quisimos. En Chile gastamos lo que no teníamos para que nos ayuden, un programa llamado coaching profesional de niños nos ofrecieron toda la ayuda para intermediar con el ministerio, lo que sólo fue una estafa y perdimos más de 3 millones de pesos. Tocamos muchas puertas y nadie nos ayudó; en el Ministerio nos enviaron sólo decretos donde se hacía notar la no posibilidad de adelantarlo”.
La madre continúa: “El es un niño normal en personalidad, juega, ríe, etc., como cualquier niño, pero tiene una capacidad de análisis extraordinaria, con decir que ya está terminando de aprender todo el libro Baldor, ya que el álgebra es lo que más le gusta”.
Escrito por Romina Díaz Herbas